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Donald Trump, un hombre en el que yo veía como el personaje malvado de un cómic, se ha convertido, (citando a Sam Harris), en el payaso más poderoso del mundo. Este hecho no es bueno, es más, probablemente sea terrible. Aparte de las decisiones domésticas y la política exterior que el nuevo presidente pueda tomar, parece que va a permitir una mayor laxitud en contra de toda clase de minorías.
Para contrarrestar esto, mucha gente en el lado progresista/izquierdista/liberal (en adelante la izquierda), por
razones comprensibles, se mantienen en sus trece, y sienten, más que nunca la necesidad de replicar ante cualquier
hecho ofensivo. La premisa es, tolerancia cero ante manifestaciones de racismo, sexismo y otros fanatismos con el fin de
erradicarlos.

La cuestión es si es esta la mejor estrategia para conseguir un mundo más tolerante, y crear una sociedad global de
personas decentes. No digo que no se deba desafiar la injusticia, sino que puede que avergonzar u ofender a los demás no sea la mejor opción.
El paralelismo con la causa vegana es claro, en el movimiento vegano, una de las opciones a las que nos enfrentamos es la dicotomía entre el enfoque tolerante y el más confrontacional.
En el enfoque tolerante se intenta entender la perspectiva del otro, su punto de vista, sin acusaciones ni afrentas. para sus detractores este enfoque es demasiado suave.
En la otra parte, el enfoque confrontacional, se enfrenta al contrario, y se deja claro que no hay otra opción (o de los nuestros o de ninguno). Esta forma de encarar el problema es visto por algunos como demasiado agresivo y condenatorio.
Estas dos descripciones son imperfectas, como lo son los términos «tolerante» y «confrontacional», y la dicotomía en sí, pero no seamos demasiado exigentes, por el bien del argumento.
Obviamente la lucha contra el racismo ha avanzado mucho más en la sociedad que la lucha contra el maltrato animal. Aunque aún existe, la tolerancia de razas esta intrínsecamente mucho más desarrollada en la sociedad que el respeto a otras especies.
Creo que cuanto más apoyo tiene una cuestión de carácter social, más confrontación puede causar. Esto implica que podemos ser más conflictivos en nuestra lucha antirracista que en la lucha por la respeto a otras especies.
Sin embargo, dudo que la opinión que refleja el autor de http://www.vox.com/identities/2016/11/15/13595508/racism-trump-research-study sea la mejor estrategia a seguir. Alguno de los argumentos de la estrategia agresiva son: que no hay excusas; no podemos consentir ese comportamiento; que hay que aislarlos para no dar voz a sus pensamientos; …
Si yo mismo como persona progresista experimento en las manifestaciones sobre racismo, sexismo y otros fanatismos, una retórica irritante, santificadora y acusadora, cuanto más negativa será esta percepción para gente menos educada?
¿Cuál será la reacción de las personas que fueron alimentadas con ideas racistas y sexistas y que no fueron educadas para convertirse en ciudadanos de mente abierta? No parece que esta concepción vaya a ningún sitio.
Creo más bien en un enfoque en el que se trate de comprender las necesidades, los deseos, miedos y fobias del otro. Debemos ser claros acerca de la injusticia, los riesgos, los sufrimientos, y ser extremadamente conscientes de hacia donde pueden llevar Trump y otras involuciones en la sociedad. Pero aún ante lo intolerablemente intolerante, tal vez deberíamos considerar tener un poco de comprensión. A la vista de lo inexcusable, tal vez tendríamos que tratar de determinar las razones que la gente puede tener para pensar en esas maneras tan inexcusables.
Puede que algún día crea en la maldad de las personas. Por ahora prefiero creer que no están suficientemente educadas, o que tienen una opinión distinta a la mía. Por ahora elijo creer que la comprensión mutua es la mejor receta para cambiar el mundo.