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En la década de los 50, el psicólogo estadounidense Solomon Asch reclutó a un grupo de participantes en Swarthmore College (Estados Unidos) para un famoso experimento*. Les dijo que estaba realizando un estudio sobre la percepción pero, en realidad, el estudio trataba sobre el conformismo y la presión social. Asch mostró a los participantes un set de imágenes como la siguiente.

Cada vez que enseñaba una imagen como esta, Asch preguntaba a los participantes cuál de las barras de la derecha medía lo mismo que la barra de la izquierda. Los participantes tenían que responder en voz alta en grupo. Sin embargo, Asch se aseguró de que todos los miembros del grupo excepto uno fueran conspiradores, a quienes él les había pedido que dieran una misma respuesta errónea. El único participante real, sin sospechar nada, tenía que responder después de los demás. Para su sorpresa, Asch descubrió que un alarmante número de participantes en esta situación dio también una respuesta equivocada. Esto le llevó a la conclusión de que “la tendencia al conformismo en nuestra sociedad es tan fuerte que gente relativamente inteligente y jóvenes bienintencionados están dispuestos a decir que lo negro es blanco.” En algunos casos, el motivo por el que la gente dio una respuesta claramente incorrecta fue porque pensaron que el grupo tenía razón. En otros casos, aparentemente los entrevistados tenían miedo de mostrarse diferentes de los demás o no querían causar problemas.
No es difícil extrapolar estos resultados a nuestro propio tema. Creo que es seguro suponer que, en el fondo, mucha gente siente que algo anda mal con respecto a lo que comen. Quizá piensen que no pasa nada por matar animales para comerlos pero piensen también que esos animales deberían, por lo menos, vivir “en buenas condiciones”. O quizá piensen que no vale la pena matar animales para comerlos. Pero cuando estas personas ven constantemente en su alrededor que comer carne (o productos de origen animal) es considerado normal, es difícil incluso que confíen en esa sensación de inconformidad que es posible que tengan y, de esta manera, se vuelve mucho más difícil pensar que está pasando algo realmente grave. Incluso un vegetariano o un vegano, una persona que ha internalizado realmente el principio de que no está bien comer productos de origen animale, puede tener esos pequeños momentos de duda y de cuestionarse si ve las cosas como realmente son. El escritor sudafricano y premio Nobel, J.M. Coetzee atribuye las siguientes reflexiones a su personaje vegetariano Elisabeth Costello:
“El hecho es que yo ya no sé en qué punto estoy. Creo que me muevo bien entre otras personas, que tengo relaciones perfectamente normales con ellos. ¿Es posible – me pregunto – que todos los otros sean partícipes de un crimen de dimensiones tan asombrosas? ¿Me lo estaré imaginando todo? ¡Debo de estar loca! Y, sin embargo, veo las pruebas todos los días. La misma gente de la que sospecho produce las pruebas, las exhibe, me las ofrece. Cadáveres. Fragmentos de cadáveres que han comprado a cambio de dinero. (…) Así que no estoy soñando. Te miro a los ojos, miro a los ojos a Norma, a los niños, y veo solo bondad, bondad humana. Tranquilízate, me digo, estás haciendo una montaña de un grano de arena. La vida es así. Todo el mundo acepta las condiciones que la vida impone, ¿por qué tú no puedes hacerlo? ¿Por qué tú no puedes?”
En parte se debe a que aún hay una pequeña minoría de gente creando problemas sobre el hecho de comer carne o actuando de forma distinta; la mayoría de la gente no suele pararse a reflexionar de forma consciente sobre el hecho de comer carne como un problema moral. Según el psicólogo Steven Pinker, una de las conclusiones más importantes de la edad de oro de la psicología social es que “las personas siguen el ejemplo de los demás en lo que a su comportamiento se refiere”. Para responder a la pregunta de por qué la mayoría de la gente come carne, la respuesta que a menudo podemos dar es: “la mayoría de la gente come carne porque la mayoría de la gente come carne”.

He ahí la importancia de la masa crítica. El cambio necesita números y nosotros necesitamos suficiente gente que manifieste sus dudas, que muestre su preocupación, que no participe, que coma de forma diferente para que los otros dejen de tener la idea de que la carne es normal, natural y necesaria.
¡Enhorabuena a todos los que no tenéis miedo de pensar de forma diferente y de distinguiros entre la multitud!
*Mira este vídeo para saber más sobre el experimento de Asch.
Traducción de Laura Morales