Con el creciente éxito de los negocios veganos, ¿debería cambiar el papel de los activistas?

Una distinción que podemos establecer entre los tipos de iniciativas que están generando un cambio para los animales de granja, es la distinción entre iniciativas sin ánimo de lucro (básicamente activismo y defensa de los animales) e iniciativas con fines lucrativos (empresas). En este artículo planteo la pregunta sobre si, a la luz del increíble desarrollo del sector privado, deberíamos reconsiderar el papel de los activistas.

He formado parte del movimiento vegano/por los derechos de los animales durante unas dos décadas. Fundé una organización sin ánimo de lucro en 2000 y he visto la creación de muchas otras organizaciones. He visto pequeños grupos hacerse muy grandes y profesionales y, a veces, han llegado a contar con más de cien empleados remunerados y con un presupuesto de millones de dólares. Además, he presenciado el auge de organizaciones de activistas organizados como Anonymous for the Voiceless, DXE o Save Movement, a parte de decenas de miles de activistas y defensores de los animales que trabajan de forma individual.

Durante mucho tiempo pensé que la divulgación y el activismo que realizan estos grupos e individuos era, si no la única manera, por lo menos la más importante de impulsar el cambio a favor de los animales. Pensaba que toda la sensibilización sobre el sufrimiento de los animales que realizan mediante folletos, vídeos, páginas web, newsletters, redes sociales, conferencias, podcasts, manifestaciones, promoción, etc era prácticamente todo lo que existía. Y yo mismo nunca tuve muchas dudas sobre el hecho de que era posible cambiar las ideas y los sentimientos de suficientes personas.

Un terreno de juego cambiante
Durante todo este tiempo – de las dos a las cuatro últimas décadas, o algo así – hubo también iniciativas comerciales que vendían productos veganos que personas – veganas o no – compraban. Sin embargo, muchas de estas empresas eran tradicionalmente bastante pequeñas y no demasiado ambiciosas y, probablemente muchas de ellas creían que “lo pequeño es hermoso”. Alrededor de los últimos cinco años, en cambio, hemos presenciado un nuevo desarrollo en el mundo de los negocios:

  1. Mientras muchas de las antiguas y tradicionales empresas están creciendo más rápido que antes gracias al aumento de la demanda, muchas nuevas startups empiezan a distinguirse de las antiguas empresas al ser más ambiciosas, más modernas, más tecnológicas y, a menudo, al estar mejor financiadas. Piense en compañías como Just, Beyond Meat, Impossible Foods, por nombrar sólo las tres más famosas como ejemplos (estas son de los EE.UU., pero están en muchos países, en muchos tamaños…).
  2. Observamos un interés cada vez mayor en este sector por parte de los inversores. Por ejemplo, Impossible Foods ha recaudado alrededor de 4 mil millones de dólares hasta la fecha. La búsqueda de las mejores alternativas a los productos de origen animal está mejorando y obtiene más financiación. Lewis Bollard de Open Philantropy Project habla de 1,7 billones de dólares en financiación (de compañías que revelan sus fondos) provenientes de al menos 55 fondos que están invirtiendo en alternativas a los productos de origen animal.
  3. Junto a las viejas y a las nuevas empresas, vemos también a grandes empresas tradicionales productoras de alimentos no vegetales o incluso productores de carne que están introduciéndose en este terreno. Puede hacerlo de varias formas: desarrollando sus propias alternativas, adquiriendo otras empresas (como Danone, que compró a Alpro) o invirtiendo en otras empresas (como Tyson, que invirtió en Beyond Meat). En los Países Bajos estamos viendo las primeras empresas cárnicas que han anunciado que van a dejar de producir carne debido a que sus productos vegetales ¡ya son lo suficientemente rentables!

¿Es la hora de reconsiderar el papel de la defensa de los animales?
No creo que yo sea la única persona que se pregunta si, a la luz del boom comercial causado por las alternativas a los productos de origen animal, el papel de los movimientos de defensa de los animales (la parte sin ánimo de lucro) permanecerá igual o debería cambiar de alguna forma. Tampoco creo que yo sea la única persona que se pregunta cuál de las dos partes, activismo o empresa, marcarán una mayor diferencia a partir de ahora. He visto, para empezar, a mucha gente que ha dado el salto del activismo al emprendimiento, que han pasado de repartir panfletos a vender hamburguesas; activistas que han fundado organizaciones sin ánimo de lucro que están centrados principalmente en la participación empresarial (estoy pensando en el caso de Good Food Institute) y otras organizaciones sin ánimo de lucro que se van acercando más y más a las empresas para sensibilizarlas (Proveg International, por ejemplo). Algunas personas que se acaban de introducir en la causa se meten en negocios directamente, sin pasar por ningún tipo de etapa como activistas.
Personalmente, yo he formado parte de los movimientos por los derechos de los animales en organizaciones sin ánimo de lucro casi toda mi “carrera vegana” (EVA, Proveg International, CEVA), pero en este momento participo también en Kale United, una startup financiera que apoya a los negocios veganos con inversiones veganas.

Refuerzo mutuo
Lo que los defensores de los derechos de los animales y activistas hacen principalmente es intentar producir un cambio en la actitud de las personas hacia los animales. Lo que las empresas hacen, principalmente, es poner comida (y otros productos) en el mercado, en las estanterías de los supermercados, para que la gente los compre y para que les gusten. Los activistas suelen pensar: “si puedo hacer que entiendan lo que les pasa a los animales y por qué esto es importante, las personas cambiarán y comprarán esos productos”. Esto podría funcionar, pero sabemos que a menudo hay una enorme brecha entre un cambio de actitud y un cambio comportamental. He escrito muchas veces sobre cómo un cambio de actitud (hacia los animales y la carne) puede aparecer más fácilmente después de un cambio de comportamiento, es decir, después de que las personas hayan cambiado en cierta medida y por cualquier razón hacia productos vegetales. Si esto es cierto – y yo estoy convencido de ello – es fácil darse cuenta de la importancia que tiene, sencillamente, crear buenos productos veganos y hacer que estén disponibles en todas partes.

En el mejor de los casos podemos ver una especie de círculo virtuoso, gracias al que haya más gente que descubra deliciosa comida a base de plantas y que les resulte más fácil interesarse por los animales, y que luego consuman aún más productos de origen vegetal y que, al final, se hagan veganos. (Nótese como la mala comida vegana o el mal activismo pueden convertir este círculo virtuoso en un círculo vicioso).

Probablemente, solo un cambio de actitud o solo un cambio de comportamiento no son suficientes por sí mismos para crear un mundo mejor. Puede que las personas hagan lo correcto pero si tienen una actitud equivocada, hacer lo correcto puede no ser una posición permanente y puede que empiecen a hacer cosas equivocadas tan pronto como estas posibilidades se vuelvan más fáciles o más baratas. Al contrario, mucha gente tiene una actitud correcta hacia algo pero no hace lo correcto (estoy seguro de que tú mismo puedes encontrar muchos ejemplos).

Este es el motivo por el cual, idealmente, necesitamos ambos cambios: un cambio de actitud (el papel principal del activismo) y un cambio de comportamiento (el mayor efecto de las empresas). Podemos considerar que activismo y empresa se refuerzan mutuamente.

¿Dónde deberían centrarse las prioridades?
De todas formas, que el activismo y la empresa puedan apoyarse mutuamente no significa que necesariamente creen el mismo tipo de impacto. Mientras que, probablemente, ambas son necesarias, es posible que una tenga un impacto mayor que la otra o que el impacto cambie a medida que pasa el tiempo. Esta no es simplemente una pregunta académica o una competición entre emprendedores y activistas para ver quién mea más lejos. Percibir el impacto relativo que tiene cada una de las partes es importante para ayudarnos a tomar decisiones: adónde deberían ir nuestros recursos, qué carreras laborales deberían emprender las personas que quisieran ayudar a mejorar las vidas de los animales, etc.
Además, percibir el impacto de ambas partes, la que no tiene ánimo de lucro y la lucrativa, puede ayudarnos a entender cómo el activismo y los negocios deberían relacionarse entre sí, y a establecer posibles modelos nuevos para el activismo en el contexto de un impacto cada vez mayor de las empresas en este terreno.

Cambio de rumbo
No puedo evitar tener la sensación de que son los emprendedores quienes están haciendo una gran parte del trabajo que antes solían hacer principalmente los activistas. También puedo ver que en el futuro esta tendencia será aún mayor.
Asumamos, por un momento, que las empresas seguirán produciendo y vendiendo más productos veganos y que quizás la “carne limpia” salga a la venta y se convierta en un éxito. Asumamos que las empresas nos ayudarán a acercarnos cada vez más a un mundo vegano (y que llegaremos verdaderamente cerca) . ¿Qué deberían hacer los activistas –si es que deberían hacer algo– en un caso como este? ¿De qué forma podrían dar un cambio de rumbo a su enfoque? No estoy seguro sobre la respuesta, pero hay varias posibilidades (de entre las que aún no tengo claro cuáles serían las mejores).

  • Los activistas podrían centrarse más en apoyar a las empresas
    Para las personas acostumbradas a trabajar en el mundo de las organizaciones sin ánimo de lucro, esto podría parecerles el mundo al revés: ¿no son más bien las empresas, con sus fuentes de ingresos, las que deberían apoyar, patrocinar y donar a las organizaciones sin ánimo de lucro?
    Desde luego, pero en el otro sentido también funciona. Aparte de ayudar a crear conciencia y, en consecuencia, una mayor demanda, hay muchas cosas más que los activistas pueden hacer para las empresas y así aumentar las posibilidades de éxito (estamos suponiendo que el éxito financiero encaja con el impacto positivo para los animales). Algunas de las cosas que los activistas y, en particular, las organizaciones sin ánimo de lucro pueden hacer por las empresas –incluidas, sobre todo, las startups– son: trabajar para crear conciencia entre los miembros y patrocinadores de la marca y de sus productos, campañas de crowdfunding, ejercer presión para conseguir una legislación que apoye a las empresas veganas (o que desafíe a la industria cárnica), hacer de relaciones públicas y teniendo visibilidad en los medios de comunicación, litigar contra los infractores, hacer que la gente pruebe los productos en eventos, etcétera.
    Obviamente, las mismas empresas hacen muchas de esas cosas también, pero no lo hacen tanto si son empresas que están empezando. Además, podría haber problemas de credibilidad. Una empresa tiene una estrategia comercial mientras que una ONG a veces puede encontrarse en una situación más objetiva para ejercer presión.
  • Los activistas podrían hacerse a un lado
    Podríamos decidir creer en el círculo virtuoso de la oferta y la demanda, en el que una demanda creciente aporta una creciente oferta y así crece aún más la demanda al hacerse más fácil para todos cambiar en la dirección del veganismo. En este sentido, una vez superado un cierto punto, un mundo vegano o un mundo-cercano-al-veganismo podría llegar a ser algo casi inevitable. En ese caso, el activismo debería centrarse en reforzar esta tendencia, ya que acelerarla solo durante un mes supone una reducción masiva de sufrimiento.
  • Los activistas podrían centrarse en acortar las distancias
    Los productos de origen vegetal pueden convertirse en lo normal pero, como siempre seguirá habiendo cosas malas que son legales y lucrativas, puede que solo las empresas no puedan garantizar la abolición de todos los productos de origen animal. Así que un papel disponible para los activistas podría ser el de asegurarse que la misión se complete al 100% y que el estado de la cuestión alcance un estado sostenible. Respecto a esto, es importante que ayudemos a consolidar nuevas normas y prácticas en leyes y regulaciones para que sea mucho más difícil retroceder.
  • Los activistas podrían pedir justicia en otros ámbitos
    Muchos activistas están preocupados sobre el hecho de que el movimiento vegano esté siendo instrumentalizado e incorporado en el sistema capitalista. Hasta el momento, yo he sido menos anti-capitalista que muchos de mis compañeros activistas porque creo que no hay forma de evitar el sistema si lo que queremos es ayudar a los animales a corto plazo. Pero si nuestro proyecto tuviera un gran éxito y consiguiéramos reemplazar la mayoría de productos animales por productos vegetales, tendría sentido empezar a centrarse en los aspectos problemáticos del capitalismo (no quiero decir que centrarse en eso ahora sea inútil o vano en este momento).
    Entonces los activistas deberían asegurarse de que los productos veganos tienen una buena puntuación en el máximo de parámetros posible. Que un producto sea vegetal no es garantía de que sea justo en todo y estos productos pueden ser, además de socialmente injustos, poco sanos o perjudiciales para el medio ambiente, etc. Será necesario perfeccionar nuestros alimentos una vez que la mayor parte de ellos sean de origen vegetal. Esto no corresponde a las principales actividades de presión de los activistas por los derechos de los animales, así que este papel pueden interpretarlo (y, de hecho, lo están haciendo ya) otras organizaciones y movimientos. Obviamente, comida poco sana e insostenible desde el punto de vista ambiental existirá también en otros sistemas que no sean el capitalismo, pero es fácil darse cuenta de que el sistema actual apoya, o no penaliza, estas tendencias tan negativas.
  • Los activistas podrían centrarse en la sensibilización y el cambio de actitud
    Los activistas hacen lo que hacen por la causa en la que creen. Los emprendedores pueden sentirse motivados por las mismas causas pero, además, muchos de ellos están motivados también por las ganancias (esto se aplica aún más a los inversores, aunque parte de ellos puedan ser inversores de impacto). No considero que las motivaciones sean increíblemente importantes en este momento (para mí está bien si la gente hace lo correcto aunque no sea por las razones ideales), pero estoy de acuerdo con que, si queremos un cambio permanente donde el riesgo de retroceso sea mínimo, lo ideal sería que todos se preocuparan por los animales. Estoy convencido de que, una vez que nuestra sociedad se base principalmente en productos vegetales por cualquier razón, entonces será más fácil reconocer que los animales tienen intereses e instaurar regulaciones que los protejan para que no haya forma de volver atrás. Sin duda habrá lugar para generar conciencia sobre este argumento.
  • Veganos y activistas podrían plantearse invertir en lugar de donar, y gastar su tiempo ganando dinero en lugar de pasarlo haciendo activismo.
    Contrariamente a lo que sucede cuando donamos a una organización sin ánimo de lucro, invertir en una empresa puede producir un rendimiento financiero y, como algunas empresas están haciendo grandes cosas por los animales, uno puede argumentar que invertir es una opción mejor que donar –obviamente si luego uno dona el rendimiento de la inversión–. Dada la gran cantidad de dinero que se está invirtiendo en el sector privado y en las empresas que están entrando en él, sin embargo, se puede discutir que en este momento lo que marca más la diferencia es donar en lugar de invertir; un razonamiento que también planteó Lewis Bollard en la newsletter mencionada anteriormente.

Algunas ideas preliminares a la conclusión
La parte de los activistas y la de las empresas se necesitan la una a la otra. Podemos suponer (aunque no podemos estar seguros de ello) que los activistas veganos/por los derechos de los animales han ayudado con sus esfuerzos a aumentar la demanda de alternativas a la carne y a la leche (aunque las encuestas reflejan que la preocupación por los derechos de los animales aún se clasifica en una posición muy baja entre las motivaciones de los consumidores para comprar alternativas vegetales a la carne), y así han ayudado a abrir un mercado a las empresas. A su vez, cuando los activistas por los derechos de los animales y las organizaciones veganas hacen activismo contra los productos de origen animal tienen que poder presentar alternativas. Cuanto más disponibilidad haya y cuanto mejor sean, más eficaz y convincente será el activismo. Así que se establece una relación de refuerzo mutuo.

Siempre habrá necesidad de activismo. El activismo tiene el fin principal de hacer que la gente cambie de actitud. Aún y así, cambiar de actitud no es suficiente, ya que en nuestro mundo casi todos estamos de acuerdo en que algo es malo y, sin embargo, esas cosas malas siguen sucediendo. Necesitamos un cambio de mentalidad y alternativas fácilmente accesibles: aquí es donde entran en juego las empresas.

A la luz de la creciente función que están desarrollando las empresas, quizás deberíamos empezar a pensar en los posibles cambios en el papel y en las formas del activismo en el futuro. No tengo las respuestas a estas preguntas pero estoy bastante seguro de que la relación entre activismo y empresa debería ser, en este momento, principalmente colaborativa y de apoyo más que de enfrentamiento.

Traducido por Laura Morales

Cuando los productores de carne se suben al carro de los productos veganos: una entrevista a Imperial Meat Products

“Al ser una marca conocida, podemos atraer a los clientes que compran nuestros productos cárnicos para que compren nuestros productos sin carne”

Era prácticamente inimaginable hace tan solo un par de años, pero hoy en día cada vez más productores de carne empiezan a apostar por las alternativas vegetales.
Imperial Meat Products, conocida con el nombre comercial “Aoste”, es parte del grupo Campofrío y, con una participación de mercado del 18%, es uno de los actores más importantes en el campo de la carne procesada en toda Europa. He hablado con el Director General Remco Kok y con el director de márketing e innovación Thomas De Boes, en su sede central cerca de Gante, Bélgica.

Explicadme cuáles son vuestros planes en el departamento libre de carne.
Nuestro objetivo es obtener el 50% de nuestro volumen de ventas de los productos cárnicos y el otro 50% de los productos libres de carne para el 2025. Nos consideramos a nosotros mismos como una empresa de carniceros y artesanos, pero nuestro lado artesanal no tiene que estar necesariamente ligado a la carne como ingrediente, así que hemos empezado a buscar alternativas. Cualquiera que sea el tipo de carne que sigamos vendiendo, tenemos que creer en nosotros mismos.

¿Cuáles de vuestros productos sin carne se pueden comprar ya?
Hemos lanzado embutido vegetariano y untables veganos y pronto lanzaremos también hamburguesas. También estamos trabajando en productos híbridos o mixtos. Las salchichas son una categoría importante para nosotros y es perfectamente posible producir salchichas que contengan solo un 70% de carne y un 30% de vegetales e intentamos hacer lo mismo con otros productos cárnicos. Por ejemplo, hemos desarrollado un filete de pollo con más de un 30% de vegetales. Aún no estamos seguros de cómo trabajar con esto: ¿es algo que debemos comunicar al consumidor, como una ventaja, o es mejor no mencionarlo? ¿Creamos productos con trozos visibles de verdura o lo hacemos de manera que el consumidor no se dé cuenta? Todo esto depende, obviamente, de lo que los clientes valoren.

¿Por qué y cómo empezasteis a pensar en invertir en productos sin carne?
Hace dos años, junto a nuestros compañeros de los Países Bajos y Luxemburgo, realizamos un ejercicio estratégico para ver en qué punto se encontraba nuestra empresa. Hemos trabajado en Bélgica durante 60 años y más de 160 años con nuestra marca holandesa Segeman. Nuestro eslogan es “más atención, más placer”: queremos prestar atención a todo lo que hacemos para que el consumidor pueda disfrutar de nuestros productos al máximo. Pero hoy en día no puedes prestar atención solo a los productos o a los clientes a expensas del planeta. Al plantearnos esto, llegamos a nuevos objetivos que nosotros llamamos 0-50-100. El 50 se refiere a un 50% de carne y un 50% de verduras. El cero se refiere al porcentaje de residuos: no queremos tener ningún desperdicio, ni de comida ni de energía (en consecuencia, hemos invertido en un parque de paneles solares). El 100 se refiere a un 100% de transparencia. En nuestro sector suceden muchas cosas entre bambalinas, pero esto no se ajusta a nuestra perspectiva o al mundo en el que vivimos. Por eso, nuestro objetivo es ser totalmente transparentes en todo lo que hacemos.

¿Podría llegarse al punto de instalar cámaras de vídeo en los mataderos, por ejemplo?
Por el momento no es algo que nosotros hacemos, pero creo que deberíamos ir en esa dirección…

Sede central de Imperial Meat Products cerca de Gante, Bélgica

¿Podéis decirnos algo sobre los resultados de las ventas hasta el momento de vuestros productos sin carne?
Por ahora los resultados son ampliamente positivos. Los productos se mantienen en los estantes de los supermercados y los distribuidores quieren darles aún más espacio. Pero por el momento no podemos decir que las masas los estén comprando, así que tenemos que ver cómo podemos dar más visibilidad a nuestros productos.

¿Y eso cómo se consigue?
La gente conoce nuestra marca y ese es un elemento que podemos aprovechar. Tenemos que atraer a los clientes que ya compran nuestros productos cárnicos para que compren nuestros productos sin carne. Tenemos una campaña, por ejemplo, con la que obtienes un producto sin carne gratis con cada producto cárnico que compres. O un cupón para un producto vegetal en el envase de uno de nuestros productos tradicionales. También es interesante ver que podemos ofrecer nuestra gama sin carne a los muchos carniceros con los que tratamos. Y, por supuesto, tenemos mayor capacidad que las empresas pequeñas para invertir en el márketing de estos productos. Hemos hecho anuncios publicitarios en televisión para nuestros productos vegetales y hay un puesto de comida ambulante donde venden solamente estos productos. Recientemente hemos dado 3500 degustaciones en un evento estudiantil.

¿Os gustaría vender algún día vuestros productos vegetales en la sección de la carne del supermercado?
Eso sería fantástico, y creo que es algo que está por llegar; es solo cuestión de tiempo. Pero tiene que haber suficiente gente que quiera esos productos. Mira los productos ecológicos: antes solían estar en una sección diferente del supermercado y ahora están por todas partes, entre los otros productos.

El hecho de que unos productores de carne se suban al carro de los productos vegetales puede parecer algo sospechoso a los ojos de muchos vegetarianos y veganos. Uno de sus argumentos podría ser que la empresa podría reinvertir los beneficios de los productos sin carne en el departamento cárnico, así que cualquier persona que compra el producto sin carne estaría contribuyendo a más sufrimiento animal sin querer.
Es más bien al contrario: por el momento estamos invirtiendo más en el sector sin carne; invertimos más que los beneficios que produce. Así que parte de los beneficios de la carne van al desarrollo del sector libre de carne. Necesitaremos obtener beneficios en el futuro, por supuesto, ya que de otra forma sería insostenible. Pero no tenemos un compromiso con la carne: nosotros ya no somos una empresa cárnica, somos una empresa de alimentación. Probablemente cambiaremos el nombre Imperial Meat Products en algún momento. En el futuro, lo que queremos conseguir es que cualquiera que compre nuestros productos invierta en la difusión de los productos libres de carne.

Hace unos cuatro años vuestra empresa tenía un anuncio de televisión que se mofaba de los vegetarianos. ¿Qué te parece al volver la vista atrás?
Te sonará a excusa barata, pero yo no era el CEO entonces y no apoyaba esa campaña. De todas formas, cuando veo lo que está pasando ahora en la empresa… el cambio es estructural, esencial, y estoy seguro de que la persona que vendrá detrás de mí no será capaz de dar marcha atrás. Ya no se puede.

¿Tenéis algún punto fuerte en la producción de productos vegetales que otras empresas más pequeñas y tradicionales de productos vegetales no tienen?
Creo que sí. En sí misma, nuestra magnitud es un punto fuerte. Podemos invertir en I+D a mayor escala. Podemos usar nuestros equipos para producir alimentos sin carne. Podemos hacer muchas pruebas. Tenemos una amplia experiencia trabajando con ingredientes, ya sean de origen animal o vegetal. Nuestra experiencia va desde el uso de máquinas hasta conocimiento sobre bacterias, etc.

¿Los alimentos sin carne podrían llegar a ser aún más rentables que los cárnicos con el tiempo?
Hoy en día la carne se vende demasiado barata. Se ha convertido en una mercancía y la comida -desde luego comida originada con seres vivos – no debería ser nunca una mercancía. Es difícil prever cómo irán las cosas. En nuestro caso, aún tenemos muchísimos costes e inversiones y aún tenemos que dar más a conocer este tipo de alimentos. Pero si pudiéramos producir un volumen mayor sí sería más rentable. Sobre todo si aumentara el precio de la carne.

“La comida -desde luego comida originada con seres vivos- no debería ser nunca una mercancía.”

¿Cuál es vuestro mayor desafío?
La demanda. El consumidor se enfurece por todo tipo de cosas, pero con mucha frecuencia mantiene el mismo comportamiento cuando compra. Hay un montón de bombo en lo que se refiere a las ventas de alimentos sin carne, pero también oímos otras cosas. Por ejemplo, durante la reciente “semana sin carne” en los Países Bajos también aumentaron las ventas de productos cárnicos junto a las ventas de los productos sin carne. La ONG holandesa Wakker Dier realizó campañas radiofónicas contra las tiendas donde venden carne a bajo precio, pero no está claro si están funcionando: quizás muchos de los consumidores que oyen esos anuncios se enteran de los precios bajos de la carne y van a comprarla. Lo que yo creo es que tenemos que trabajar juntos, con nuestros compañeros y partes interesadas, porque nosotros solos no seremos capaces de empujar a los consumidores hacia otra dirección.

Supón que llegados a un cierto punto tengáis claro que los productos de origen animal están en declive…¿vuestra empresa sería capaz de adaptarse?
Nosotros nos tenemos que adaptar todo el tiempo igualmente; necesitamos actualizar nuestra maquinaria, por ejemplo. Y sí, tenemos que estar siempre al día sobre los nuevos acontecimientos y tenemos que estar al tanto de todo. Pero estoy bastante seguro de que en este caso estamos al pie del cañón: no es tan difícil para una empresa cárnica, de todos modos. En buena medida somos independientes de los recursos; lo que hacemos con derivados animales lo podemos hacer también con productos vegetales. Para los mataderos, por ejemplo, obviamente es más difícil adaptarse.

“En buena medida somos independientes de los recursos; lo que hacemos con derivados animales lo podemos hacer también con productos vegetales.”

Así que con carne o sin ella, ¿realmente no importa? ¿Ninguno de vosotros tiene un vínculo emocional con los productos cárnicos?
No, no hay diferencia. Por lo menos no para mí. En la fábrica es posible que haya compañeros que estén muy involucrados concretamente en el asunto de la carne. Pero de todos modos, al final lo que ellos quieren es hacer buenos productos y hemos tenido muchas respuestas positivas desde dentro también. Nuestros desarrolladores de productos están muy orgullosos de poder hacer productos totalmente vegetales: lo ven como un desafío mayor.

Usar un producto cárnico para ofrecer un cupón para un producto vegano (arriba a la izquierda)

Concretamente, dos marcas holandesas productoras de carne (Bobeldijk y Enkco) han anunciado recientemente que van a poner fin a su producción cárnica o a vender ese departamento y que, a partir de ahora, se dedicarán solo a los productos vegetales. ¿Podéis imaginar a vuestra empresa tomando esa dirección?
Creo que, por el momento, es mejor hacer ambos productos. Si nos concentráramos ahora mismo solo en el producto sin carne nos convertiríamos en un agente menor con menos influencia. Empresas como las que has mencionado tienen mucho menos impacto en el mercado que nosotros. Si nos hiciéramos pequeños, dejaríamos a medias aspectos que podrían ser útiles. Tendríamos menos poder financiero, menor influencia como marca y también menos poder comunicativo. Reduciríamos nuestra logística y nuestra experiencia…Por el momento,y debido a que vendemos carne, atraemos a los consumidores de carne hacia nuestros productos sin carne gracias a nuestros productos cárnicos. Además, como empresa cárnica, estamos en constante diálogo con el resto del sector. Estamos presentes en todo tipo de plataformas donde podemos ejercer influencia y no sería positivo tener que dejarlas en este momento.

¿Qué creéis que traerá el futuro?
Está claro que la sociedad está lista para el cambio. Estamos abandonando un mundo en el que la carne se consumía a diario. Cuánto nos vamos a alejar de ello depende de los consumidores. Quizás la carne no desaparecerá por completo, pero la carne que se consuma será más amable con los animales y con el medioambiente. También contamos con la carne cultivada, cuyo desarrollo estamos siguiendo de cerca.

Tres ideas para que las personas que se resisten a probar la comida vegana lo hagan

Si miramos los indicadores de éxito o los parámetros para medirlo que el movimiento vegano puede usar, uno que puede ser fundamental es el siguiente:

¿A cuánta gente le hemos dado la oportunidad de probar una deliciosa comida vegana?

Cuando la gente se hace a la idea de que la comida vegana puede estar rica, hay muchas más probabilidades de que estén más abiertos a argumentos a favor del veganismo o a la idea de que los animales de ganadería importan (he escrito sobre esto en muchas ocasiones).

Por supuesto, mucha gente – vegana y no vegana por igual – compra productos veganos en los supermercados o prueba platos veganos en los restaurantes (o en casa) cada día. Sin embargo, a lo que me refiero es a llegar a las personas que no están inclinadas a hacerlo por sí mismas: personas que tienen prejuicios hacia la comida vegana (que es aburrida, insípida, difícil de preparar, etc). Dado que no están dispuestas a gastar dinero en productos o platos veganos, ¿qué podemos hacer para que algo vegano llegue a sus platos?

Una forma de hacerlo es lo que he llamado en otras ocasiones “veganismo sigiloso” y que consiste en, simplemente, no mencionar que un producto, un plato o incluso un restaurante es vegano para evitar el prejuicio. Pero vamos a ver otras opciones.

Ofrecerle a la gente un bocado de algo vegano es, obviamente, más complicado desde el punto de vista logístico que darles un panfleto, mandar un correo electrónico o hacer que vean un vídeo de un minuto (las formas más habituales de sensibilización que usan los activistas veganos). Se necesita invertir en la comida, ir a buscarla, prepararla, servirla (y luego, idealmente, hacer un seguimiento para calcular de forma estimada el impacto y ayudarles a dar los siguientes pasos). No podemos forzar a nadie para que coma algo que no quiere, pero sí hay varias maneras en las que podemos acortar las distancias entre un cliente reacio y una (deliciosa) degustación vegana.

Si lo miramos desde el punto de vista de la logística, la forma más fácil, por supuesto, sería que los productores ofrecieran muestras de sus productos en lugares públicos donde mucha gente va a comprar o a comer. Esto podría tener lugar en una feria, un lugar concurrido de la ciudad o en los mismos supermercados y restaurantes. Un productor (o una tienda) quiere dar a conocer sus productos tanto como sea posible, por eso tiene sentido que los den a probar al máximo de personas posible, confiando en que una degustación llevará a un mayor número de ventas.

Todo esto es muy evidente, así que a continuación os doy un par de ideas menos obvias para hacer que personas que se resisten a probar algo vegano lo hagan.

1. En cafeterías o cantinas: repartir muestras de platos veganos que luego puedes pedir
Recientemente me han hablado sobre una estrategia que me parece especialmente eficaz: repartir muestras de comida. Imagina una cafetería o una cantina de una empresa (u otro tipo de restaurante), donde los clientes tienen la posibilidad de poner un plato vegano en su bandeja, en lugar de un plato de carne (cada día o algunos días específicos). Por definición, las ventas de los platos de carne serían más altas que las del plato vegano. Pero si hubiera gente repartiendo muestras del plato vegano (o de la alternativa vegana a uno de los platos de carne, por ejemplo, nuggets veganos) en la entrada de la cafetería mientras los clientes esperan en la cola, el porcentaje de platos veganos vendidos podría aumentar drásticamente. La persona que me lo contó (el representante de una empresa que produce alternativas vegetales) me dijo que hasta la mitad de los clientes eligió el plato vegano.
Los activistas veganos podrían llevar a cabo este trabajo de distribución, pero también podrían ocuparse de ello las mismas empresas de catering. Lo bueno es que si una o dos grandes empresas de catering lanzaran campañas de este tipo, podrían cubrir estructuralmente una gran parte de la población. Podría realizarse en escuelas y en comedores de empresas. A nivel meta, las organizaciones veganas ejercerían presión sobre las empresas de catering para que emprendieran este tipo de iniciativas, y quizás ofrecer una campaña dentro de un marco contextual como el Lunes Sin Carne o un día de la semana o del mes sin carne podría llegar a tener bastante impacto, especialmente si hablamos de empresas muy grandes.

Promociones de “marcas mixtas”
Lo que yo llamo “marcas mixtas” son esas marcas o empresas que tienen una gama de productos cárnicos y una gama de productos vegetales al mismo tiempo. Estas empresas disponen de algunos medios para convencer a sus propios consumidores – que ya están familiarizados con la marca – para que prueben sus nuevos productos vegetales. He visto casos en los que en el envase del producto cárnico viene un anuncio de la versión vegetal que puedes ver cuando abres la tapa en casa, como en este ejemplo de la marca alemana Rügenwalder.

Pero hay otras posibilidades como, por ejemplo, estas (perdón por los dibujos torpes y esquemáticos):

Figura izquierda: Prueba gratis nuestra versión vegana
Figura central: Si compras nuestra versión con carne, te llevas la vegana gratis
Figura derecha: Albóndigas mezcladas: de carne y veganas

Obviamente estas ideas pueden requerir algunos esfuerzos logísticos y es evidente que no van dirigidas a los veganos, pero creo que tienen un gran potencial para ganarse a los clientes reacios por donde importa: por el estómago.

Quizás las empresas tengan muy buenas razones para probar estas tácticas, ya que es cada vez más importante para ellos ganar terreno en el mercado vegano. Una motivación extra puede ser que en algunos casos podrían obtener un margen de beneficio mayor con los productos veganos.

Además, consideremos el valor añadido de una gran empresa de confianza. Si las personas que comen carne ven una versión vegetal de un producto que ellos ya conocen y en el que confían, sería más probable que lo compraran que si se tratase de un producto de una marca que nunca antes hubiesen visto. Un gráfico realizado por la empresa de estudios de mercado GFK que he visto recientemente (y que no cuelgo aquí por razones de propiedad intelectual), mostraba la penetración en el mercado (es decir, cuánta gente ha probado realmente el producto) del embutido vegetal en Alemania. Si se trataba de la versión vegetal de una conocida marca de carne, representaba no menos del 48% mientras que para una conocida marca de productos vegetales suponía el mero…¡2%!

3. Activistas veganos como una tropa de repartidores de comida para degustar
Hay muchos activistas veganos en las calles que divulgan mensajes éticos a los transeúntes mediante vídeos, folletos y conversaciones. Esto está muy bien, pero creo que estas interacciones podrían ser más potentes si hubiera un componente de degustación de comida. Un nugget vegano (probablemente uno de los productos salados más fáciles de repartir) puede suponer un buen inicio para entablar conversación, puede hacer que la gente se ponga mucho menos a la defensiva al hablar de sufrimiento animal (al darse cuenta de que no tienen mucho que perder), etc.
Creo que en relación con el movimiento de protección de los animales, hay posibilidades de organizar degustaciones a una escala mucho mayor de lo que se hace hoy en día. Potencialmente, podríamos estar dando decenas de miles de muestras cada día, en la calle, en los festivales y mercados, se trate o no de una ocasión especial.

Kane Rogers y Mei Wong, dos activistas australianas llevan a cabo la campaña “The food you chose” (“La comida que eliges”) en Melbourne. Esta campaña se basa fundamentalmente en intentar que más personas prueben comida vegana. Kane y Mei tienen bastante experiencia ofreciendo degustaciones a los transeúntes y les he pedido que me den sus mejores consejos para dar buenas degustaciones. Esto es lo que me sugirieron:

No les digas que es vegano… al principio
Como ponerle la etiqueta de “vegano” a un producto parece que por ahora sigue siendo algo poco atractivo para muchos, es mejor no hablar sobre ello en un primer momento. Algunas alternativas sobre lo que se puede poner en los carteles podría ser “Comida sostenible gratis”, o “Comida sin colesterol”. Adáptalo a tu público.
Una vez que las personas hayan probado la comida, deberías preguntarles qué les parece. Es importante captar su reacción antes de que puedan cambiar de idea.

Desvela el gran secreto
Informa a la persona en cuestión de que lo que acaban de comer es un producto 100% vegetal. A la gente no le gusta sentirse engañada, así que asegúrate de no hacer que se sientan como si fueran estúpidos o como si hubieran sido manipulados. Una opción es la de preguntarle a la gente: “¿de qué crees que está hecho?”
Algunos pueden mostrarse muy sorprendidos, así que lo mejor es decirles que la mayoría de la gente no nota la diferencia. Esto evitará que se sientan irritados y reforzará la idea de que los alimentos veganos pueden estar tan buenos como la “comida normal”.

Díles dónde lo pueden comprar
Si realmente quieres hacer todo lo posible por los animales o el planeta, es importante ayudar a la gente a que ellos mismos compren ese producto. ¡Mantén tu atención en el objetivo! No estás hablando sobre los beneficios del veganismo en general o sobre el por qué de llevar una dieta 100% vegetal en general (a menos que alguien pregunte, claro). Céntrate en este fantástico producto y en por qué deberían comprarlo. Para mucha gente, esta puede que sea su primera experiencia de un producto vegano. Es muy importante transmitir felicidad y positividad en este momento para que se queden con un buen recuerdo. Si a la persona en cuestión no le gusta el producto o siente un fuerte rechazo sobre la comida vegana o el veganismo en general, que así sea: no intentes convencerle. Esperemos que cambie de idea por sí mismo, a su debido tiempo.

Hay un gran potencial para crear alianzas estructurales entre los productores de estos alimentos y el movimiento vegano, donde este último podría convertirse en un socio estructural para los productores, y posiblemente incluso ser remunerados por los servicios de degustación. ¡Imagina cuántos nuggets veganos podrían distribuir grupos como Anonymous for the Voiceless con cientos de capítulos por todo el mundo!

¿Tienes otras ideas para acortar las distancias entre la comida vegana y las personas que se resisten a probarla? ¡Házmelo saber en los comentarios!

¿Por qué la mayoría de gente come carne?

En la década de los 50, el psicólogo estadounidense Solomon Asch reclutó a un grupo de participantes en Swarthmore College (Estados Unidos) para un famoso experimento*. Les dijo que estaba realizando un estudio sobre la percepción pero, en realidad, el estudio trataba sobre el conformismo y la presión social. Asch mostró a los participantes un set de imágenes como la siguiente.

Cada vez que enseñaba una imagen como esta, Asch preguntaba a los participantes cuál de las barras de la derecha medía lo mismo que la barra de la izquierda. Los participantes tenían que responder en voz alta en grupo. Sin embargo, Asch se aseguró de que todos los miembros del grupo excepto uno fueran conspiradores, a quienes él les había pedido que dieran una misma respuesta errónea. El único participante real, sin sospechar nada, tenía que responder después de los demás. Para su sorpresa, Asch descubrió que un alarmante número de participantes en esta situación dio también una respuesta equivocada. Esto le llevó a la conclusión de que “la tendencia al conformismo en nuestra sociedad es tan fuerte que gente relativamente inteligente y jóvenes bienintencionados están dispuestos a decir que lo negro es blanco.” En algunos casos, el motivo por el que la gente dio una respuesta claramente incorrecta fue porque pensaron que el grupo tenía razón. En otros casos, aparentemente los entrevistados tenían miedo de mostrarse diferentes de los demás o no querían causar problemas.

No es difícil extrapolar estos resultados a nuestro propio tema. Creo que es seguro suponer que, en el fondo, mucha gente siente que algo anda mal con respecto a lo que comen. Quizá piensen que no pasa nada por matar animales para comerlos pero piensen también que esos animales deberían, por lo menos, vivir “en buenas condiciones”. O quizá piensen que no vale la pena matar animales para comerlos. Pero cuando estas personas ven constantemente en su alrededor que comer carne (o productos de origen animal) es considerado normal, es difícil incluso que confíen en esa sensación de inconformidad que es posible que tengan y, de esta manera, se vuelve mucho más difícil pensar que está pasando algo realmente grave. Incluso un vegetariano o un vegano, una persona que ha internalizado realmente el principio de que no está bien comer productos de origen animale, puede tener esos pequeños momentos de duda y de cuestionarse si ve las cosas como realmente son. El escritor sudafricano y premio Nobel, J.M. Coetzee atribuye las siguientes reflexiones a su personaje vegetariano Elisabeth Costello:

“El hecho es que yo ya no sé en qué punto estoy. Creo que me muevo bien entre otras personas, que tengo relaciones perfectamente normales con ellos. ¿Es posible – me pregunto – que todos los otros sean partícipes de un crimen de dimensiones tan asombrosas? ¿Me lo estaré imaginando todo? ¡Debo de estar loca! Y, sin embargo, veo las pruebas todos los días. La misma gente de la que sospecho produce las pruebas, las exhibe, me las ofrece. Cadáveres. Fragmentos de cadáveres que han comprado a cambio de dinero. (…) Así que no estoy soñando. Te miro a los ojos, miro a los ojos a Norma, a los niños, y veo solo bondad, bondad humana. Tranquilízate, me digo, estás haciendo una montaña de un grano de arena. La vida es así. Todo el mundo acepta las condiciones que la vida impone, ¿por qué tú no puedes hacerlo? ¿Por qué tú no puedes?”

En parte se debe a que aún hay una pequeña minoría de gente creando problemas sobre el hecho de comer carne o actuando de forma distinta; la mayoría de la gente no suele pararse a reflexionar de forma consciente sobre el hecho de comer carne como un problema moral. Según el psicólogo Steven Pinker, una de las conclusiones más importantes de la edad de oro de la psicología social es que “las personas siguen el ejemplo de los demás en lo que a su comportamiento se refiere”. Para responder a la pregunta de por qué la mayoría de la gente come carne, la respuesta que a menudo podemos dar es: “la mayoría de la gente come carne porque la mayoría de la gente come carne”.

He ahí la importancia de la masa crítica. El cambio necesita números y nosotros necesitamos suficiente gente que manifieste sus dudas, que muestre su preocupación, que no participe, que coma de forma diferente para que los otros dejen de tener la idea de que la carne es normal, natural y necesaria.

¡Enhorabuena a todos los que no tenéis miedo de pensar de forma diferente y de distinguiros entre la multitud!

*Mira este vídeo para saber más sobre el experimento de Asch.

Traducción de Laura Morales

Poner en evidencia a los veganos perjudica a los animales

Este es un artículo de la escritora invitada Dra. Melanie Joy, autora de Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas: una introducción al carnismo y psicóloga licenciada en Harvard. En este artículo explica lo que ella considera un problema de vital importancia en nuestro movimiento: que algunos veganos pongan en evidencia a otros veganos. Se trata de una lectura extensa, así que relájate y tómate tu tiempo para digerir los importantes temas que pone sobre la mesa.

Dra. Melanie Joy

Durante una reciente conferencia para activistas defensores de los derechos de los animales, tuvo lugar un incidente que me perturbó e hizo que sintiera preocupación por nuestro movimiento. Uno de los conferenciantes, activista vegano desde hace años, estaba impartiendo una presentación acerca del activismo efectivo frente a una audiencia de aproximadamente 300 personas cuando, repentinamente, dos activistas irrumpieron corriendo en el escenario. Uno de ellos llevaba una gallina muerta en las manos, y el otro sostenía un cartel que decía que la organización del ponente era corrupta. El activista de la gallina agarró un micrófono y procedió a explicar por qué pensaba que el orador era un hipócrita, responsable de un amplio sufrimiento animal y por qué creía que la organización del orador (vegana) en realidad se beneficia de la explotación animal. (Independientemente del hecho de que aquella organización en cuestión tiene un amplio historial de promoción del veganismo, su política principal a veces suscita las críticas de los grupos más radicales*).  Los siguientes cuarenta minutos se dedicaron a un debate «improvisado» en el cual el orador —un apasionado vegano que ha dedicado su vida a reducir el sufrimiento de los animales— se vio obligado a explicar que de hecho sí se preocupa de los animales, en lugar de terminar con su presentación, que había ideado para ayudar a los activistas a salvar animales de una forma más efectiva.

Durante todo ese tiempo, los asistentes vitoreaban y aplaudían después de cada apasionada pregunta del activista acusador, o bien aplaudían después de que el orador consiguiera defenderse con éxito, tanto a sí mismo como a su organización. En determinado momento se ofreció a los miembros del público la oportunidad de participar y, aunque muchos estaban a favor de la posición del orador, varias personas cogieron el relevo y continuaron con lo que claramente era una auténtica inquisición. Y esta dinámica continuó al día siguiente, cuando se retomó el debate. A nadie parecía preocuparle lo más mínimo que una persona que había dedicado mucho y tiempo energía a preparar y ofrecer una charla, viera su presentación saboteada. Y tampoco que un ser humano, vegano comprometido, fuera objeto de lo que yo solo podía percibir como un intento de ponerle en evidencia públicamente.

Vergüenza

«Se presupone que el movimiento vegano debe actuar como contrapartida a las actitudes que provocan sufrimiento en lugar de aliviarlo»

Por desgracia, poner en evidencia a los demás es un comportamiento social muy extendido que no termina nunca porque es demasiado corriente como para prestarle atención. Y poner en evidencia públicamente a otros es un espectáculo cada vez más popular, que recuerda a los Juegos de la Antigüedad y que sin duda es incluso más perjudicial. De modo que, aceptar y celebrar los comportamientos que menosprecian o ponen en evidencia a otras personas no es algo exclusivo del movimiento vegano. Sin embargo, se presupone que el movimiento vegano debe actuar como contrapartida a las actitudes que provocan sufrimiento en lugar de aliviarlo. Está claro que, el hecho de que un comportamiento injusto sea socialmente aceptable no es excusa para que lo adoptemos sin cuestionarlo.

Ponemos en evidencia a los demás cuando les juzgamos o degradamos, cuando damos a entender que son en cierto modo inferiores a nosotros o a otras personas. Los comportamientos de menosprecio pueden ir desde un sutil chasquido de la lengua cuando nuestro amigo no vegano pide en el restaurante una hamburguesa de carne en lugar de una vegetal, hasta insultar a un vegano cuando expresa una opinión que no compartimos.

La vergüenza es una emoción provocada por comportamientos amenazantes, abusivos o de algún otro modo denigrantes. Sentir vergüenza significa sentirse «menos que» los demás. Puede sentirse menos poderosos, menos ético, menos atractivo, menos inteligente, etc. Sin embargo, al final sentirse menospreciado es sentirse menos valioso que los demás. Y cuando despojamos nuestro activismo, nuestro atractivo, nuestra inteligencia, etc. de la sensación de ser valiosos —como la mayoría de nosotros hemos aprendido a hacer— inevitablemente sentimos vergüenza cuando se nos menosprecia. Prácticamente todos nosotros llevamos sobre nuestras espaldas una buena dosis de vergüenza; solo es cuestión de la cantidad de vergüenza contra la que debemos luchar. Hemos heredado un mundo profundamente problemático, con modelos a seguir bastante alejados de la perfección. Incluso aquellos de nosotros que tuvimos unos padres y cuidadores emocionalmente sanos, hemos recibido el impacto de una cultura popular en la que la competición, la violencia y la degradación —fenómenos que causan miedo y vergüenza— son tanto normales como algo digno de celebrar.


Grandiosidad

La cara opuesta de la vergüenza es la grandiosidad, la sensación de sentirse superior o «mejor que» los demás. La sensación de grandiosidad exagerada, por muy pequeña que sea, puede resultar muy seductora. Cuando nos encontramos en un estado de grandiosidad, nos hallamos a una altura que nos permite ignorar en gran medida aquella vergüenza que la mayoría de nosotros pasamos la vida intentando negar, evitar y ocultar. De modo que poner en evidencia a los demás puede resultar tentador, ya que hacer que los demás sean inferiores nos coloca automáticamente en una posición de superioridad. Un ejemplo común de esta dinámica entre veganos es poner en evidencia a los demás moral e intelectualmente. Es decir, implicar que el otro es menos inteligente y menos ético, a menudo porque no está de acuerdo con nuestro punto de vista. El objetivo de poner a los demás en evidencia moral e intelectualmente es demostrar que nuestro punto de vista es «correcto» y el otro «incorrecto», en lugar de examinar y debatir objetivamente las diferentes perspectivas.

Poner en evidencia a los demás moral e intelectualmente puede resultar especialmente dañino, ya que es una conducta difícil de reconocer y, por lo tanto, de contrarrestar: es mucho más fácil identificar un grito que una mirada desdeñosa. Con frecuencia, el menosprecio moral e intelectual se oculta tras una argumentación inteligentemente articulada y una prosa elocuente. Y cuando la belleza de las palabras bien escogidas se combina con una pasión entusiasta y un fariseísmo inquebrantable, el resultado puede ser embriagador. Un vegano bienintencionado puede quedar obnubilado por el brillo del carisma intelectual de una persona e inconscientemente unirse a la lapidación de aquellas ideas que se han etiquetado como «incorrectas» y, por lo tanto, «no éticas». Independientemente de la buena educación que se haya recibido, de lo apasionado que se sea o de lo moralmente convencido que se esté, las propias ideas no son necesariamente lógicas o precisas, y nuestra actitud no es necesariamente ética. Siempre debemos dar un paso atrás y preguntarnos «¿Se está refiriendo esta persona a datos empíricos o simplemente está expresando su opinión? ¿Su argumento es válido desde un punto de vista lógico?» Y, ¿Cómo me sentiría yo si estuviera recibiendo estos comentarios?».

Por supuesto, no todos los comportamientos que ponen en evidencia a los demás son intentos de inflar nuestros egos; en ocasiones lo hacemos solo porque estamos tratando de que hagan algo que queremos que hagan, y no  nos damos cuenta de que nuestro comportamiento resulta dañino.

Grandiosidad y tener derecho

Sentir que tenemos derecho significa que creemos que merecemos privilegios especiales que los demás no merecen, y es una consecuencia natural de estar en un estado de grandiosidad. Cuando sentimos que tenemos derecho, nos da la sensación de que podemos hacer a los demás lo que resultaría inaceptable que nos hicieran a nosotros.

Por ejemplo, recientemente un colega mío (vegano) fue cuestionado por otro vegano por sus ideas acerca de la liberación animal. Mi colega le respondió que era defensor incondicional de la abolición de la explotación animal. Sin embargo, cuando afirmó que apoyaba una estrategia hacia la abolición diferente de la que defendía quien le cuestionaba, el otro vegano —a quien mi colega no conocía en absoluto— insistió en que a mi colega «realmente no le importaba» terminar con el sufrimiento animal y que, de hecho, no era defensor de la abolición de la explotación animal. El otro vegano se sintió con derecho a definir la identidad de mi colega por él. Se sintió con derecho a afirmar que el apelativo que utilizaba mi colega para definirse a sí mismo era incorrecto, que él sabía mejor que mi colega cuáles eran su filosofía y objetivos personales.


El poder moral otorga la razón

«Estos activistas creían que resulta aceptable intimidar, poner en evidencia o menoscabar de cualquier otro modo a otra persona siempre y cuando el ataque surja de una sensación de autoridad moral»

En la conferencia, aunque me sentí preocupada por el comportamiento del activista acusador, me preocupó mucho más el hecho de que fuera capaz de sabotear y poner al orador en evidencia porque otros le dieron la plataforma desde la que hacerlo; porque muchos activistas parecían compartir esta creencia de que «el poder moral otorga la razón». Dicho de otra forma, creían que resulta aceptable intimidar, poner en evidencia o menoscabar de cualquier otro modo a otra persona siempre y cuando el ataque surja de una sensación de autoridad moral. Cuando pregunté al activista, por ejemplo, por qué se sentía con derecho a violar el espacio de un orador y potencialmente traumatizarle (a él y a los asistentes) forzándole a ver el cadáver de una persona —comportamientos que recuerdan espantosamente a los de los maltratadores de animales—, me respondió que lo hizo porque «el orador había cruzado una línea ética», afirmación que fue vitoreada por la multitud.

El psicoterapeuta Terrence Real, especializado en relaciones abusivas, denomina este tipo de comportamiento «ofensa desde la posición de víctima». Todos los abusadores, indica Real, tienen la sensación de poseer la verdad y creen que se están defendiendo (o, en el caso de los activistas a favor de los derechos de los animales, que están defendiendo a otros) cuando exhiben comportamientos abusivos. Un maltratador, por ejemplo, casi siempre afirma haber golpeado a su pareja porque esta hizo algo para hacerle daño: «Sabe que no soporto que se queje del modo en que trato a los niños, pero no fue capaz de mantener la boca cerrada». En la mente del abusador, su pareja cruzó una línea: una línea subjetiva que él había trazado y que él decidió que marcaría la frontera de la violencia justificable hacia ella.

En el paradigma moral «el poder otorga la razón», el abuso no es tal si el comportamiento surge de un agravio moral válido. Y por supuesto, la persona que decide si el agravio es válido es quien ejercita dicho comportamiento. Consideremos por un momento los ataques terroristas del 11-S o los numerosos tiroteos que se producen en los colegios norteamericanos, acciones violentas cometidas en el nombre de la rectitud moral. Aunque tales ejemplos son obviamente mucho más violentos que un vegano poniendo en evidencia a otro vegano (o no vegano) en público, la mentalidad subyacente es similar y la diferencia reside sencillamente en una cuestión de grado.


Poner en evidencia a los veganos es la peor estrategia

La mayoría de la gente estaría de acuerdo en que practicar la integridad imposibilita el menosprecio. La integridad es la conjugación de valores (como la compasión y la justicia) y prácticas, y cuando ponemos a los demás en evidencia estamos transgrediendo dichos valores. Así que poner en evidencia a los demás —ya sean veganos o no veganos— es sencillamente poco ético.

«La práctica del menosprecio entre los veganos es inherentemente la peor estrategia posible»

Pero incluso si nos importan poco las consecuencias éticas de poner en evidencia a los demás, dicho comportamiento también conlleva consecuencias prácticas. La práctica del menosprecio entre los veganos es inherentemente la peor estrategia posible: aleja a los no veganos cuyo apoyo necesitamos si queremos que nuestro movimiento tenga éxito, socava la credibilidad de los veganos y provoca una tremenda pérdida de tiempo y energía que podrían dedicarse en su lugar a fomentar un activismo vegano efectivo.

Cuando ponemos en evidencia a otro, aumentamos la probabilidad de que se retire o nos ataque como método de autodefensa. Es posible que las personas menospreciadas nos consigan actuar eficazmente en su nombre o en nombre de otros porque no sienten que tengan el poder de provocar un cambio. Tomemos por ejemplo el caso de una joven que es testigo de los horrores de la ganadería intensiva y desea dejar de comer animales, pero en cambio no es capaz de soportar la presión de su entorno para ajustarse a la norma del carnismo cuando los demás la tildan de «radical». En ocasiones, las personas menospreciadas deciden atacar en lugar de retirarse, de modo que ponen en evidencia a otros para recomponerse (temporalmente). Tomemos ahora el ejemplo de un niño que se cae y se descarna la rodilla en el parque, empieza a llorar, e inmediatamente sus amigos le llaman «nena» (por desgracia, llamar «niña» a un niño se encuentra entre las peores ofensas). Se pone en pie, saca pecho como diciendo «ya veréis», y trata de amedrentar y poner en evidencia a los demás.

Los psicólogos saben hace tiempo que los comportamientos de menosprecio hacia los demás son inherentemente abusivos, y que poner en evidencia a otros es la mejor forma de conseguir justo lo contrario de lo que deseamos (a menos que seamos un líder de culto, el guarda de un preso político, o que de alguna otra forma deseemos despojar de voluntad y «desmoronar» al otro).

Porque el menosprecio es personal y socialmente debilitante, es la emoción que la cultura dominante imbuye en quienes cuestionan sus prácticas opresivas, silenciando eficazmente las voces disidentes (¿cuántas veces nos hemos mordido la lengua los veganos por miedo a que nos tildaran de «excesivamente sensibles», «extremistas», «irracionales» o «moralmente equivocados»?). Los veganos conocemos perfectamente esta sensación: debemos luchar contra ella cada día conforme luchamos contra la corriente de la cultura dominante.


Menosprecio hacia los veganos en la cultura dominante: o demasiado visibles o totalmente invisibles

Con frecuencia, el menosprecio a los veganos en la cultura dominante se expresa de dos formas: los veganos son o demasiado visibles o totalmente invisibles. Cuando somos demasiado visibles, nuestra actitud y nuestro comportamiento se miran con lupa una y otra vez, dejándonos poco margen para ser los humanos con fallos que en realidad somos y provocando que adoptemos una especie de «perfeccionismo tóxico». Cuando somos invisibles, nuestros esfuerzos se deniegan, se invalidan o se ensombrecen de algún otro modo. Cuando los veganos se menosprecian entre sí, refuerzan estas actitudes tan extremadamente dañinas.

Veganos demasiado visibles: perfeccionismo tóxico

A menudo la cultura dominante exige a los veganos que mantengan unos estándares imposibles. Se espera de nosotros que seamos la quintaesencia de la virtud (si vestimos con seda somos unos hipócritas, si no, unos extremistas), modelos de salud (si caemos enfermos se cuestiona toda nuestra ideología), y expertos en todo (no se nos permite defender el veganismo a menos que tengamos todas las respuestas al problema del carnismo, cosa que, por supuesto, es imposible).

«Cuando otros veganos refuerzan el perfeccionismo tóxico, los resultados pueden ser devastadores»

Además, muchos veganos están profundamente sensibilizados con la idea de poder causar daño, ser inmorales o no ser «suficientemente buenos», por lo que han interiorizado el mensaje de la cultura dominante que les obliga a ser perfectos para poder ser respetados. Se esfuerzan en aceptar que sus esfuerzos son suficientes, pero con frecuencia sin éxito. De modo que no debe sorprendernos que el perfeccionismo tóxico sea una causa común de depresión y agotamiento entre los veganos. Cuando otros veganos refuerzan el perfeccionismo tóxico, los resultados pueden ser devastadores. Un ejemplo muy común es insistir en que, incluso si se ingieren trazas de productos animales, como vino «no vegano» o queso de soja que contiene caseína, no se es un «vegano auténtico» y, por extensión, uno se convierte en un explotador de animales. Esta actitud sin duda intimida enormemente a muchos veganos recientes y veganos potenciales.

El perfeccionismo tóxico también provoca que reduzcamos al individuo al que estamos juzgando únicamente a los comportamientos «vergonzosos» por los que le estamos juzgando. No apreciamos al otro como un individuo completo, sino que eliminamos todas las partes de su activismo y su vida que contradicen nuestro juicio. Por ejemplo, una campaña controvertida llevada a cabo por una organización que ha hecho un tremendo bien a los animales puede hacer que se critique a dicha organización, llamándola «vendida» o acusándola de colaborar con el opresor. Aun cuando los números no cuadran —cuando el individuo o la organización han hecho estadísticamente mucho más «bien» que «daño» potencial—, el perfeccionismo tóxico nos lleva a invalidar mentalmente dichos datos.

«La gente que teme cometer errores es con frecuencia la que acaba no haciendo nada»

Cuando los veganos fomentan el perfeccionismo tóxico, pueden provocar un miedo excesivo en otros veganos (y en sí mismos) a cometer errores. Un pequeño desliz, admitir solo una vez que no se es suficientemente «puro», puede provocar que otros te pongan en evidencia. La gente que teme cometer errores es con frecuencia la que acaba no haciendo nada.

 

Veganos invisibles: ingratitud

Nuestro trabajo es muy desagradecido. Como activistas veganos, muchas veces trabajamos sin descanso, sin cobrar o cobrando muchísimo menos de lo que ganaríamos de otro modo, y lo hacemos por el sencillo motivo de que nos importan los animales. Los animales no pueden darnos las gracias, y nunca lo harán. Nuestro esfuerzo es con frecuencia invisible, ridiculizado o incluso combatido por la cultura dominante, y a veces incluso por aquellas personas con las que tenemos una relación más íntima.

De modo que, cuando nuestros compañeros activistas, las únicas personas del mundo que entienden lo que significa ser vegano en un mundo consumidor de animales, nos hacen lo mismo que la cultura dominante —llamándonos hipócritas, ridiculizándonos y atacándonos— podemos llegar a desmoralizarnos. Está claro que cuando nos atacan nos sentimos agredidos. Pero quizá un sentimiento incluso más insidioso sea el de sentirse profundamente poco apreciado. El deseo de sentirse apreciado no es egoísta ni egocéntrico. Es una necesidad humana básica que, cuando no se satisface, mina nuestra motivación y nuestra inspiración. Si tienes alguna duda, solo piensa en cómo te sientes cuando tu pareja no agradece que hayas sido tú el único o la única que ha limpiado la casa desde que os mudasteis a vivir juntos.


Del menosprecio a la potenciación

Sería muy trágico que los veganos estuvieran de acuerdo en todo. Nuestra belleza y nuestra fuerza radican en nuestra diversidad. Sin embargo, sí es importante el modo en que estamos en desacuerdo. Es extremadamente importante. Cuando nos reunimos para dialogar (no para discutir) sobre nuestras ideas diferentes, podemos enriquecernos a nosotros mismos y a nuestro movimiento. En tales situaciones, enfocamos nuestros desacuerdos con curiosidad y compasión. Estamos abiertos a aprender de los demás, e incluso cuando estamos firmemente convencidos de una idea, no menospreciamos o atacamos al otro. Nos dotamos de poder a nosotros y a nuestro movimiento. La potenciación es lo opuesto al menosprecio.

Comunicar con empatía

Podemos reducir la probabilidad de que pongamos en evidencia al otro si, antes de comunicarnos, nos paramos a pensar si estamos en ese momento conectados con nuestra empatía, si estamos considerando realmente cómo es el mundo a través de los ojos del otro, cómo le harán sentir nuestras palabras o acciones. Debemos preguntarnos «¿cómo me sentiría y cómo reaccionaría yo si alguien me dijera esto?». Estas preguntas son especialmente importantes si estamos enfadados o si nos creemos moralmente justos, y/o si el otro es un líder u organización, en cuyo caso es más fácil verlos meramente como un símbolo en lugar de como un ser humano o una institución formada por seres humanos. A menudo olvidamos que bajo el papel de director general, autor, orador, etc. existe una persona con sentimientos, deseos y necesidades. Una persona a la que afectarán nuestras palabras. Y olvidamos que nuestras organizaciones están compuestas de activistas, que son personas que se preocupan mucho por la causa y por la repercusión de su trabajo.

«Hay una cosa segura: poner en evidencia o intimidar a otros veganos no ayuda a los animales, porque mina la moral, despoja de poder a los activistas y debilita a todo el movimiento. Si deseas hacer lo mejor para los animales, deja de poner en evidencia a los demás»

Y antes de comunicarnos, también podemos preguntarnos, “¿cuál es el objetivo de mi comunicación? ¿Qué repercusión espero que tenga esta comunicación en los animales?» Muchos de los veganos que ponen en evidencia a otros veganos lo hacen desde la preocupación más genuina, creyendo que el método empleado por el otro para reducir el sufrimiento animal realmente perjudica a los animales. Algunas estrategias son sin duda mejores que otras, y sin datos sólidos (datos que, en lo referente a estrategias globales para la liberación animal, sencillamente no tenemos) es difícil si no imposible saber qué enfoque es más efectivo. De modo que debemos continuar hablando, dialogando, analizando y aprendiendo. Pero hay una cosa segura: poner en evidencia o intimidar a otros veganos no ayuda a los animales, porque mina la moral, despoja de poder a los activistas y debilita a todo el movimiento. Si deseas hacer lo mejor para los animales, deja de poner en evidencia a los demás.

Crear zonas libres de menosprecio

La forma más importante en que podemos crear una cultura libre de menosprecio es hacer todo lo que esté a nuestro alcance para eliminar la plataforma de quienes menosprecian. Las personas que ponen en evidencia a los demás no tendrían tanto impacto si no tuvieran quien les escuche.

Espero que los veganos elijan aliarse para crear un movimiento más compasivo y, por tanto, más poderoso. Espero que se comprometan a crear una cultura libre de menosprecio (hacia los veganos y los no veganos por igual). Para lograrlo, podemos crear zonas libres de menosprecio siempre que podamos: en nuestras conversaciones y organizaciones, en nuestras conferencias y encuentros y, quizá lo más importante, en nuestras páginas de redes sociales, ya que las redes sociales con frecuencia son la fuente más importante de menosprecio generalizado.

«Lo único necesario para el triunfo del mal es que la gente buena no haga nada» Edmund Burke

En lugar de estigmatizar y señalar a quienes ponen en evidencia a los demás, que reforzaría la mentalidad reactiva de la cultura de la estigmatización, sugiero que pidamos compasión, que asumamos un papel activo a la hora de asegurarnos de que no ignoramos o dejamos pasar los comentarios menospreciativos. Podemos realizar una declaración en nuestras páginas de las redes sociales asegurando que estamos comprometidos a comunicarnos sin menosprecio, y entonces, sin acritud, si alguien comparte un comentario hostil o denigrante, podemos pedirle que comparta sus preocupaciones de una forma más compasiva y, si no lo hacen, podemos borrar su comentario. También podemos hablar con los organizadores de nuestras conferencias y encuentros o con los líderes de nuestra organización cuando percibamos que se tolera o fomenta un comportamiento de menosprecio. Lo más importante es que no nos quedemos de brazos cruzados cuando vemos que se hace daño a alguien. Tal y como afirmó Edmund Burke con tanto acierto, «lo único necesario para el triunfo del mal es que la gente buena no haga nada».

La mayoría de veganos son individuos muy conscientes y compasivos que están profundamente comprometidos con la integridad personal y la transformación social. Es probable que nuestro movimiento haya llegado a un punto en el que el menosprecio es un problema en parte debido a que hemos aceptado el mito «el poder moral otorga la razón» sin cuestionarlo siquiera, y en gran medida porque aquellos de nosotros que no ponemos en evidencia a los demás no hemos prestado demasiada atención a este fenómeno. Así que nos hemos convertido involuntariamente en observadores, permitiendo que se extendiera el problema simplemente no prestándole atención.

El menosprecio es perjudicial para nuestro movimiento. Como veganos, no podemos permitirnos el lujo del olvido, no podemos permitirnos pasar por alto las afirmaciones hostiles o ignorar los comentarios denigrantes. Debemos hacer lo que se nos da mejor: actuar como consumidores críticos y animar a los demás a hacer lo mismo. Debemos examinar no solo aquello que metemos en nuestro cuerpo o usamos para cubrirlo, sino también lo que introducimos en nuestros corazones y nuestras mentes, y fomentar la compasión en lugar de la crueldad.

*Por supuesto, los diferentes enfoques ideológicos pueden suscitar preguntas legítimas en ambas partes. Sin embargo, el objetivo de este artículo es centrarnos en el modo en que realizamos dichas preguntas, no en las preguntas en sí.

http://www.igualdadanimal.org/noticias/7316/poner-en-evidencia-los-veganos-perjudica-los-animales.